Siglo XIX
Copequeninos Ilustres.
Cirilo Guzmán defiende la patria en Guerra del Pacífico. A las cinco de la madrugada del sábado 14 de febrero de 1879, Cirilo Guzmán Galvez, se levantaba sigilosamente para no despertar a su familia y minutos más tarde partía, pala al hombro, a regar el sandial que tenía en medias con su padre, cercano a El Moralino. Le acompañaban sus fieles perros, La Monona y El Cholo, jugueteando a su alrededor.
Blindado Blanco Encalada. A esa misma hora, a más de dos mil kilómetros al norte de Copequén, tras el agudo silbato de la diana, la marinería y la oficialidad del blindado chileno Blanco Encalada, anclado en el puerto boliviano de Antofagasta se tiraban camarotes abajo; entre ellos el coronel de ejército Emilio Sotomayor.
A las ocho, Cirilo terminaba de regar el último camellón. Enseguida pasaría a revisar los lazos que tenía puestos entre las chilcas y zarzamoras del Cachapoal, por si había caído algún conejo para potenciar el almuerzo dominguero.
Toma de Antofagasta. En esos mismos momentos, el coronel Sotomayor notificaba al prefecto boliviano que en nombre del gobierno de Chile, tomaba posesión de la ciudad y de ese territorio. Medida que tenía por objeto impedir el remate de las empresas chilenas que las autoridades bolivianas habían programado para ese día. La causa de la controversia entre ambos países era que, en el tratado de 1866 acordaron no modificar los tributos a las compañías salitreras nacionales; sin embargo, Bolivia desconociendo ese acuerdo les aplicó un impuesto de 10 centavos por cada quintal de salitre extraído, gravamen que éstas se negaron a pagar.
Chile declara la guerra a Bolivia y Perú. Dos meses más tarde, el 5 de abril de 1879, Chile le declaró la guerra a Bolivia y Perú, su aliado.
Chile entero se levantó en pie de guerra. Hombres de todas las edades y hasta mujeres se agolpaban a las puertas de los cuarteles pidiendo un cupo para defender la patria. Había llegado el momento de guardar las redes y los remos, los libros y cuadernos, el arado y la pala para tomar el fusil, la bayoneta y el corvo para hacerle sentir al adversario lo que significaba ser enemigo de Chile.
Cirilo Guzmán ingresa el 27 de enero de 1880, como soldado al Batallón Cívico Movilizado Colchagua, que junto a los regimientos Atacama, Segundo de Línea, Talca y el Batallón Quillota, formaron la Primera División, comandada por el coronel Patricio Lynch.
Cirilo Guzmán entra en combate en Chorrillos el 13 de enero de 1881, contra las fuerzas peruanas que formaban la primera línea de defensa de la capital peruana, a 17 kilómetros de Lima.
El General Baquedano y su concluyente arenga "de frente y a la chilena", había convertido a las tropas en verdaderas bestias y máquinas de matar; sólo vida o muerte. Los aterradores gritos de los atacantes, los insistentes llamados de los cornetas a la carga y a degüello con los escalofriantes corvos y bayonetas, decapitando y ensartando cuerpos y vaciando entrañas hicieron retroceder despavoridos a los enemigos. A poco más de tres horas, la bandera tricolor flameaba victoriosa en los cerros vecinos.
Cirilo Guzmán en Batalla de Miraflores y entra victorioso a Lima. Dos días más tarde, el 15 de enero, las tropas peruanas se habían replegado y reagrupado en la segunda línea defensiva en Miraflores, a las puertas de Lima, postrer esfuerzo por impedir el descalabro final.
El Colchagua y los regimientos de la Primera División se desplegaron por el centro e izquierda del enemigo. El fuego cruzado de los defensores y atacantes, las explosiones de granadas, el incesante tableteo de las ametralladoras y el escalofriante chivateo de las tropas de asalto, minaban seriamente la resistencia peruana.
Las tropas del Colchagua con los capitanes Adolfo Krug y Pedro Vivar, seguidos por Cirilo Guzmán y una veintena de soldados más traspasaron las tapias de las primeras casas de Lima; temeraria acción que le costó la vida al oficial Vivar, portador de la bandera chilena. A las 6 de la tarde había caído la última posición peruana.
Desfile triunfal en Lima. Dos días después, el soldado Gumán, el único ciudadano de Copequén que participó en las decisivas batallas de Chorrillos y Miraflores, desfilaba por las calles de Lima, formando parte del victorioso ejército chileno al mando del general Baquedano.
Fallecimiento. Cirilo Guzmán Gálvez, soldado de la Tercera Compañía del Segundo Batallón del Regimiento Cívico Movilizado Colchagua, campesino de Copequén y Veterano de Guerra, falleció el 29 de julio de 1951 a la edad de 101 años. Sus restos fueron acompañados por todo el pueblo, hasta el mausoleo que la ciudadanía levantó para los héroes de la Guerra del Pacífico en el cementerio N° 2 de Rancagua, donde fueron sepultados con honores rendidos por el Regimiento Membrillar.
Payador Javier de la Rosa, vencedor de "El Invencible". El año1830 en San Vicente de Tagua Tagua, el más grande payador que haya conocido la historia, hasta ese momento, el Mulato Taguada, hijo de español y de india, oriundo de la zona del Maule, apodado con todo merecimiento "El Invencible", enfrentó al bien plantado huaso Javier de la Rosa, as del guitarrón, filósofo y astrónomo, latifundista de Copequén y cantor jamás aventajado.
Don Hermenegildo Castillo, juez designado, ordenó a Taguada dar comienzo al evento.
El Mulato: Señor poeta abajino
ya podimos principiar:
afírmese en los estribos
que el pingo lo va a voltiar.
Don Javier: En nombre de Dios comienzo,
de mi padre San Benito,
hágote la cruz Taguada,
por si fueras El Maldito.
El Mulato: Mi don Javier de la Rosa
por lo redondo de un cerro
agora me va a decir:
cuántos pelos tiene un perro.
Don Javier: Habís de saber Taguada,
por lo derecho de un huso,
si no se le ha quéido ni uno
tendrá los que Dios le puso.
El Mulato: A usté que es tan agallao,
aquí me lo quiero ver:
Una vara estando seca,
¿cómo podrá florecer?
Don Javier: De este inocente Taguada
la pregunta me da risa,
Quiébrala y échala al fuego;
florecerá la ceniza.
Nostalgia de Don Javier. Los asuntos planteados por El Mulato a don Javier le recordaban su terruño. Hablar de cerros, leña seca y ceniza le traían añoranzas de su hogar y de su pueblo y se propuso, que en la primera oportunidad que tuviera lo haría presente. Esta no tardó mucho en llegar.
El Mulato: Señor poeta abajino
con su santa teología,
dígame, ¿cuál ave vuela
y le da leche a sus crías?
Don Javier: Si fueras a Copequén
allá en mi casa verías
cómo tienen los murciélagos
un puesto de lechería.
Los aplausos que hacía rato estaban favoreciendo a don Javier, esta vez fueron más nutridos aún, por sus astutas y certeras respuestas y, además, por enterarse que Copequén era el pueblo de este atrevido payador. Muchos conocían y recordaban con simpatía ese apacible lugar, lleno de bosques de álamos y donde había unas pozas con aguas termales que nombraban Cachantún.
El desenlace está próximo. La titánica lucha, entrado ya el tercer día, parecía acercarse al final. Don Javier cambió de estrategia. Al compás de los punteos de su guitarrón emprendió ahora la ofensiva, la que a no mucho andar provocó el desenlace final.
Don Javier: Que confieses tu ignorancia
estoy esperando yo,
¿hasta cuándo te pregunto?
deja el campo o me iré yo.
El Mulato: No me pregunte leseras
que yo no puedo saber;
Dígaselos a su madre
que yo no le aguantaré.
Fue suficiente para que el juez diera por finalizada la contienda; amonestara al Mulato por deslenguado e insolente y diera por ganador al huaso copequenino.
Doy ganador a Su Mercé, don Javier de la Rosa.
La concurrencia aclamaba a don Javier, caballero latifundista de Copequén, as del guitarrón, filósofo y astrónomo y cantor jamás aventajado… Vencedor de El Invencible.
Sus nombres en calles de Santiago. A casi dos siglos de aquel encuentro, la historia ha inmortalizado sus nombres en dos calles de la comuna de Las Condes en Santiago de Chile, siendo Javier de la Rosa el único copequenino que ha logrado tal distinción.